¿Cómo trabajo? ¡Contento! Tengo un estudio que está dentro de mi casa, por lo que su funcionamiento es alterado bastante seguido por la presencia de Franco y Nina, mis hijos. A veces uso cosas que “accidentalmente” me dejan de regalo, como un lindo mamarracho en mi cuaderno de bocetos o una mancha de dulce de leche sobre un recorte en el que estaba trabajando. Mi estudio es bastante permeable a este tipo de accidentes. Si bien soy de pensar mucho y muy bien lo que voy a hacer, también me gusta dejarme llevar por el camino de cada imagen o cuento que empiezo. Trabajo con objetos, óleos y témperas, lápices, cartones, latas, latitas, piedras, martillos, muñecos de peluche y lo que sea que se me ponga por delante. A veces genero pequeñas esculturas que luego escaneo o fotografío y complemento con texturas o composiciones que terminan ensambladas en la computadora.
Cuando me piden una ilustración lo primero es, siempre, el boceto. El lápiz negro y la hoja en blanco son jueces incorruptibles a la hora de evaluar las ideas, y yo me cuido de no pasarlos nunca por alto. Esta es la etapa que más tiempo me lleva, la más difícil y donde necesito mayor concentración (Franco y Nina no entran durante esta etapa). Luego, al momento de generar la obra, me rodeo de los elementos y, respetando la idea, empiezo a jugar, a componer. Siempre estoy retocando las ilustraciones, hasta último momento. Soy de la idea de que una ilustración tiene un tiempo, pero durante ese tiempo está en cambio permanente, necesita respirar riesgos.
- Ved la entrevista al completo, bastante más extensa, en Revista Planetario